El heraldo del león
anuncia la sensación
de aquel año: correrán
la serpiente y el tucán;
preparados estarán
la peta y el avestruz
listos ya sobre la raya
porque puede faltar luz
y hay lagunas en la playa.
En la clásica carrera
fueron jueces unas garzas,
el peludo y el jaguar;
por el bosque y la pradera,
por las lomas y entre sarzas
correrían a la par.
-Óigame, doña tortuga.
- ¿Quién me habla?
-Yo, la ardilla
quiero hacerle un gran favor.
¡Dios ayuda al que madruga!
Su brinllante cola brilla
pero en eso está el error.
- Pues ¿qué hago?
- Me la deja
y ya corre sin temor
de enredarse en la gavilla.
-Y ¿por qué me lo aconseja?
- Por vengarme del señor
avestruz- dijo la ardilla.
Sin el cálido aleteo
partió raudo y al azar
el avestruz.
-¡Ya lo veo!
Válgame- dijo el jaguar.
La tortuga sin la cola
pasó dando volteretas
y al final un trampolín
subrayó su cabriola;
y aseguran los atletas
que rodó como una bola.
Desde entonces la tortuga
sigue y sigue tras la ardilla
reclamándole su cola,
pero aquella siempre fuga
mientras ella más se humilla,
despreciada, triste y sola.
MORALEJA
Tan solo un amigo viejo
puede darte un buen consejo.
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