Una cierta viejecita
tenía en su casa un loro;
era su único tesoro
y gran consuelo en su cuita.
El carretero venía
muy temprano y preguntaba:
- ¿Compra leña? -
Contestaba:
- Bajen- y esto cada día.
De memoria se sabía
aquel pájaro precoz
la respuesta y la decía
imitándole la voz.
- Vuelvo pronto, voy a misa-
la mujer le repetía.
- ¡Date prisa! ¡Date prisa!
el lorito respondía.
Se quedaba muy contento
conversandoo en la ventana
con él mismo y con el viento
a la espera de la anciana.
Sucedió un amanecer.
-¿Compra leña?- Y contestó
remedando a la mujer
el lorito: -Bajen.- No
fue una sola carretada,
pues bajaban siempre más
y más leña, contratada
por el verde lenguaraz.
De la misa regresó
muy feliz la viejecita
pero luego se quedó
como un ánima vendita.
-¿Fuiste vos?-
- Yo fui, mi oro-
el lorito respondíó.
- Pues verás...
Y el pobre loro
más de un palo recibió.
Y hasta el perro soportó
el castigo de la dueña;
y una voz le preguntó:
-¿Vos también compraste leña?
MORALEJA
Muchas veces compartimos
un mal que no cometimos.
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